26/10/12

Remember me [one-shot]

  • Pareja: Yullen (D.Gray-Man)
  • Dedicado a: la Luchy :D
  • Rated: M.
  • Advertencia: lemon feo porque cada vez que me ponía a terminarlo algo me pasaba XD
Eeemh... perdón por tardar tanto en subirlo DD: nunca antes me había costado tanto ;A; el tema... es que tengo un poco de problems con el Yullen ahora... por culpa de mi put* stalker ¬¬ que como a mí me gustan, ahora JUSTO le tienen que gustar a ella ¬¬ y se la pasa haciendo dibujos de ellos  ¬¬ y sabés cómo son las cosas cuando a alguien a quién odiás le gusta algo que a vos te gusta XD aunque ahora ya me chupa un huevo :3
En fin (?)



Remember me.


Se calzó los jeans engomados, casi, casi adheridos a la piel, sonriendo ante el reflejo de su silueta semi-vestida en el espejo.
Sí, le gustaba lo que veía.
Bueno, casi siempre le gustaba cómo se veía.
Apreció con especial detenimiento su torso desnudo, frunciendo el ceño ante la palidez de su tez.  Pero no podía hacer nada para cambiar eso, y a la vez estaba orgulloso de ser tan blanco.
Y a sus parejas ocasionales también les gustaba eso.
Se marcaba mucho, muchísimo, más fácil.
Se puso una remera que era más grande que su talle normal, acomodándosela para que el escote en "v" dejara entrever sin ningún problema el nacimiento de sus pectorales.  La prenda era larga, tanto que si fuera chica también le serviría como vestido, pero no lo era y no pensaba transvestirse para hacerse pasar por una, así que se conformaba con lucir lo más que podía sus largas y delgadas piernas con pantalones más que ajustados.  Tan ajustados que era sorprendente que no le cortasen la circulación.
Sonrió, tomando una hebilla y sujetando su flequillo, tirándolo hacia atrás, asegurándose que no se soltara con facilidad al bailar.
Era incómodo el pelo en la frente, sobre todo si llegaba a tapar los ojos, mientras bailaba entre un montón de figuras danzantes amontonadas entre sí.
Tomó las zapatillas de siempre, las negras con cordones blancos, y se las ató, mirando una vez terminado esto su look definitivo.
Matador.
Como siempre.
Ordenó antes de salir, dejando todo acomodado para cuando volviera de bailar y no tuviera ganas de nada más que de dormir hasta el mediodía siguiente, cansado.
Tomó su campera de cuero, agarró las llaves, cerró la puerta y se encaminó a la calle, luciendo más tentador que nunca.
Decidió caminar, después de todo no estaba muy lejos del boliche más cercano, y no estaba en sus planes ir más lejos.
No hizo fila, los guardias de la entrada lo dejaron pasar directamente, y no pudo contener su sonrisa de satisfacción al escuchar las quejas de los que se veían obligados a hacerla.
El lugar ya estaba repleto.
La penumbra era lo que dominaba el lugar, a excepción del bar, que estaba muy bien iluminado, y de alguna que otra luz intermitente que pestañeaba al ritmo de la música, moviéndose a lo largo y a lo ancho de la pista de baile.

Se acercó al bar, sentándose junto a la barra, ignorando sin problemas las miradas tanto masculinas como femeninas dirigidas a él.
—Lo de siempre, Jerry —le dijo al barman, quién asintió con la cabeza, acercándole a los minutos un daikiri de frutilla.
Se relamió los labios sensualmente antes de probar un trago de su vaso, girando en su silla para quedar mirando hacia donde el grueso de la masa humana estaba.
No vio a nadie que le llamara particularmente la atención.
Un par de caras conocidas.
Sonrió, asintiendo apenas con la cabeza cuando a lo lejos un pelirrojo lo saludó entre el bullicio de la gente, reconociéndolo sin problema alguno.
Alguien se sentó a su lado en la barra.
Un perfume masculino inundó sus fosas nasales por un segundo.
No se volteó ni le dirigió una mirada de soslayo, por más que la fragancia había despertado una especial atención.
Le gustaba.  Definitivamente le gustaba como olía ese hombre.
Giró lentamente en su silla, aprovechando ese momento para mirarlo.
Su corazón cambió de ritmo en su pecho.
Mierda.
Era hermoso.
Malditamente hermoso.
Carraspeó la garganta, sintiéndose de repente incómodo.  ¿Qué hacía un chico como aquel en ese lugar de segunda?  Ok, tenía que admitirlo, él también estaba allí, pero iba simplemente por un hecho de mera comodidad.  Pero un hombre como él, que nunca antes había visto, tan atractivo, hasta refinado, era algo muy raro de ver.
Ensayó su mejor sonrisa y lo miró fijamente, listo para entablar conversación, por más estúpida que esta empezase.
Pero el hombre ya había clavado sus pupilas en él antes de que él siquiera pudiese sonreír.
El joven sintió una tirantez en el cuero cabelludo mientras su piel se erizaba ante la potencia de su mirada.
Un jadeo se escapó de sus labios, mientras repasaba mentalmente cómo debería verse: los jeans apretados le quedaban matadores, lo sabía, ya los había probado; la remera era simple, blanca y sin ningún estampado, y aún así el escote lograba centrar la atención en el triángulo de piel descubierta.  Sí, estaba casi seguro que se veía genial.
¿Por qué dudaba?
¿Por qué de repente se sentía invadido ante la mirada de ese hombre que no conocía en lo más mínimo?
Apartó los ojos, nervioso, y entonces escuchó su voz, una voz masculina, decidida, firme, hablarle cerca, casi al oído.
Se estremeció, conteniendo como pudo un jadeo.
— ¿Viste algo de interés, moyashi?
Juntando fuerzas, frunció el ceño, clavándole los ojos en los suyos una vez más.
— ¿Moyashi? ¿Me estás diciendo enano? —dijo, con un deje de indignación que lo hacía sonar casi como una damisela ofendida.
—No es que seas muy alto que digamos tampoco, ¿no? —rió el otro, y el más bajo se puso de pie ante esto.
— ¿Quién te dio permiso para hablarme así, idiota?
—Oh, ¿hace falta pedir permiso?
—Estúpido —farfulló, comenzando a alejarse, mas una de las manos del hombre lo tomó por la muñeca de la mano que no sostenía el vaso, impidiéndole seguir.
— ¡No seas duro con él, Kanda! —escucharon los dos a lo lejos la voz de Jerry, el barman, gritarles.
El aludido sonrió, tomando al otro joven por las caderas, estrechándolo con tanta fuerza que imposibilitaba muchos de sus posibles movimientos.
— ¿Kan..Kanda? ¿Ese es tu nombre? —preguntó, tragando saliva dificultosamente, sosteniendo con fuerza el vaso de vidrio para no estrellarlo contra el piso... o contra la cabeza de aquel hombre.
—Es mi apellido —respondió el otro, quitándole el trago y dejándolo sobre la barra junto con un poco de propina, para luego llevarlo al medio de la pista de baile.
El más bajo chillaba, enojado.
— ¡¡Soltame!! —le gritó, mas su voz fue sofocada por el ruido estridente de la música de dudosa calidad.
Kanda lo estrechó contra su pecho, acariciando su espalda.
Un estremecimiento lo recorrió de pies a cabeza, sin poder contener un jadeo.
A veces se odiaba por ser tan putamente sensible.
Una de las manos del hombre descendió hasta sus glúteos, acariciándolos, apretándolos.
Se le puso la piel de gallina ante el roce, temblando levemente.
— ¡Pará idiota! —le gritó al oído debido a lo cercano que estaban sus cuerpos— ¡No me toqués!
— ¿No viniste hasta acá para esto, acaso? ¿No te vestiste así buscando atraer a alguien, acaso? Vamos, vos mismo buscás que la gente te mire y te desee, moyashi —su voz fue un susurro, y aún así la pudo escuchar bien.
Sus mejillas ardían -de seguro estaban más que rojas.
Aquello no iba para nada bien.
Pero Jerry lo conocía al hombre, y eso, de alguna forma, lo tranquilizaba un poco.  Si Jerry lo conocía, no podía ser tan malo, ¿no?
Bufó, mordiéndose los labios, y comenzó a mover sus caderas al ritmo de la música, frotándose contra él ya que sus cuerpos permanecían pegados, sintiendo cómo sus tetillas se ponían duras debajo de su remera.
«Cuerpo sensible y traicionero» se dijo, molesto consigo mismo.
—Allen —susurró, intentando calmarse—, mi nombre es Allen, Kanda.
El aludido sonrió, abrazándolo más fuerte.
—No te lo pregunté.
—Supuse que querrías saberlo, idiota.
—Supusiste bien, entonces —dijo, dándole un beso húmedo en el cuello, haciéndolo jadear.
Kanda comenzaba a admirar la sensibilidad del cuerpo del chico que mantenía encerrado entre sus brazos.
Era casi increíble lo rápido que respondía al más mínimo estímulo.
Lo siguió besando, haciendo su cabeza delicadamente a un lado, llenando su cuello, clavícula y hombro de besos y marcas de mordidas.
Cada estremecimiento del cuerpo del menor lo hacía sentir genial.
Llevó sus dos manos a sus glúteos, apretándolos, masajeándolos, escuchando con deleite sus suaves gemidos.  ¿Acaso reaccionaba así con cualquier extraño que lo tocaba?  Pensó que podría ser efecto del alcohol, pero entonces recordó que ni siquiera había terminado de tomar un trago, así que o el chico tenía muy poca resistencia, o ya había tomado antes, o... no tenía ni la más mínima idea.
Se movían juntos, pegados, al ritmo de la música.
Las manos de Allen escalaron por su espalda, clavando a veces sus uñas en ella cuando Kanda le hacía un chupón, o relajándose ante sus caricias.
Aquello, todo aquello, era muy extraño.
Para ambos.
—Moyashi —le susurró al oído, lamiendo después con la punta de su lengua el lóbulo de su oreja—, ¿no preferirías ir a un lugar más calmado?
El aludido pegó su cuerpo todavía más contra el de Kanda, jadeante, asintiendo apenas con la cabeza, temblando.
¿La bebida tenía algo? Se sentía de repente muy mareado...
Maldijo a Jerry en sus pensamientos, sin poder obviar que claramente éste último y Kanda se conocían. Pero no encontraba ningún motivo que fuera contundente como para poder afirmar que, de hecho, alguien le había puesto algo en su bebida.
¿Y si había sido Kanda? Eso era más probable.  Después de todo, no le había dicho su nombre, había aparecido de la nada, y en aquel mismísimo momento lo estaba manoseando...
Tampoco era que eso no le gustara...
Su cuerpo reaccionaba solo a sus caricias.
—Vamos —dijo Kanda, tomando una de sus manos, tirando de ella y arrastrándolo detrás suyo, saliendo entonces los dos juntos del boliche.
Allen permaneció en silencio, mirando la ancha espalda de aquel hombre, sintiendo en todo su cuerpo el cambio de temperatura.
Al aire libre todo era otra cosa.
Notó que se dirigían hacia un estacionamiento cercano.  Tragó saliva pesadamente, alarmándose.
No pensaba subirse por nada del mundo al coche de un completo extraño, no era idiota ni estaba loco.
Detuvo sus pasos en seco, tragando saliva cuando el otro se volteó para mirarlo.
— ¿No querés venir a mi casa? —le preguntó, sin poder pensarlo mucho; algo tenía que decir después de todo.
El otro hombre pareció sopesar su propuesta.
—Es acá cerca —agregó—, estamos a un par de cuadras, nada más —sonrió nervioso.  Por lo menos ir a su casa y no subirse al coche de Kanda - por Dios, ¿ese sería siquiera su verdadero apellido? -, era una opción un poco menos peligrosa.  Así al menos sabría dónde irían, y conocía a la perfección todos los objetos al alcance de la mano que podrían servirle como arma en caso de que surja la necesidad de que sean utilizados de aquella manera.
Sí, definitivamente sería mejor así.
Kanda le sonrió, acercándose a él, robándole un beso.
—Más te vale que sea así, moyashi —le susurró antes de volver a besarlo, mordiéndole los labios, dominándolo por completo.
Allen gimió ahogadamente, colorado, intentando separarse, aunque con poco éxito.
—Es... es Allen, ya... ya te lo... dije —jadeó, mirándolo por primera vez en la noche fijamente a la cara, pudiendo ver con mayor claridad sus facciones.
Por un instante su corazón se detuvo.
Juraba conocerlo.
Juraba que ya lo había visto antes, que ya habían hablado.  Pero no tenía ningún recuerdo certero.
Y sin embargo alguien no se olvidaría con facilidad de un hombre como Kanda, con ese cabello largo, espeso, y su expresión de eterna amargura o enojo o como mierda quieran decirle.
—Moyashi —repitió el otro, estampándolo contra la pared, devorándole nuevamente la boca.
Allen gimoteó, sintiendo que sus tetillas estaban tan duras que dolían, debido a la mezcla de sensaciones entre su creciente excitación y el frío que sentía por estar mal abrigado.
Una de las manos del más alto bajó por su cadera hasta su muslo, apretándolo, rasguñándolo, robándole otro gemido.
Mierda. Mierda. ¡Mierda!
Así no podría pensar con claridad.
Agitado, logró separar sus labios, sonrojándose al notar el fino hilo de saliva que continuaba uniéndolos.
—Por... por favor, mi casa —habló entrecortadamente, mirándolo a los ojos, palmeando con una de sus manos la pared al costado suyo, buscando alejarse del tacto de aquel hombre que parecía dispuesto a cojerlo ahí mismo, en medio de la calle.
—Ya vamos a ir —lo cortó en seco el otro, atacando su escote, mientras sus largos dedos abandonaban su muslo y se metían dentro de sus jeans, apretando su virilidad por encima de la tela de los boxers.
—Agh... —estiró su cuello, tirando su cabeza hacia atrás ante aquella acción.
Podía sentir cómo el líquido preseminal mojaba su ropa interior y-y... mierda, Kanda debería tener toda la palma empapada también; se mordió los labios de la vergüenza y la excitación cada vez más notoria y creciente— Kan..da... —sollozó, sin saber muy bien cuando había separado sus piernas, dándole todavía más acceso a la parte baja de su cuerpo a aquel desconocido.
— ¿Cómo puede ser que ya estés duro? —la pregunta del otro lo hizo sentir fatal.
Pero, la verdad, ¿cómo podía él estar ya completamente excitado con apenas un par de caricias?
—No cambiás más, moyashi —al escucharlo, abrió sus ojos de par en par, agitado, casi hiperventilando.
¿Que no... cambiaba más?
¿Qué quería decir con eso?
¿Acaso ellos... ya se conocían...?
— ¿Qué-... —quiso preguntarle, mas su boca fue nuevamente invadida por la impiadosa y experimentada lengua del pelilargo— ...uhghn! —puso sus dos manos sobre su pecho, empujándolo -mierda, casi lo estaba ahogando, ¿cuánto más pensaba profundizar el beso?
Una corriente eléctrica recorrió toda su espina dorsal cuando sintió la húmeda tela de sus boxers bajando por su piel.
Miró hacia abajo, todavía en medio del beso, viendo que sus pantalones seguían en su lugar... todavía.
Tomó una bocanada de aire cuando Kanda lo liberó, bajando también la dirección de sus ojos, riendo.
— ¿Debería arrancártelos? —le susurró al oído, sonriéndose con autosuficiencia cuando el peliblanco tembló contra su cuerpo, pegándose lo más que podía a la pared— Están tan mojados que no me costaría mucho romper la tela...
—N-no —contuvo un jadeo, temblando, intentando cerrar sus piernas; más la mano entre ellas le impedía lograrlo.
— ¿Tenés miedo, moyashi? —continuó susurrándole, divertido, sin poder contener su sonrisa al verlo asentir tímidamente con la cabeza— Baka~ —rió, tirando con fuerza de la tela completamente mojada.
Allen chilló de dolor al sentir la tela desgarrándose, apretando sus glúteos y muslos, levantándole la piel, a medida que Kanda tiraba cada vez más y más fuerte.
—¡Pará! —gritó, temblando, y entonces el tirón fue decisivo, terminando por arrancarle los boxers.  Sollozó, cayendo al piso de rodillas, sintiendo la carne al rojo vivo debajo de la tela de sus jeans.
Vió cómo delante suyo Kanda tiraba los restos de lo que fue su ropa interior.
El dolor se hizo más fuerte por un instante.
—Vamos, moyashi —el mayor lo alzó en brazos, cargándolo, y se dirigió sin confundirse hacia la casa del menor.
Allen estaba demasiado perdido en el carril de sus pensamientos como para notarlo inmediatamente.  Pero cuando cayó en la cuenta de que aquel desconocido sabía donde vivía, la voz en su cabeza se hizo todavía más latente.
¿Qué estaba pasando?
¿Quién era él?
Lo miró, todavía sintiendo cómo le ardían las partes del cuerpo en donde se le había levantado la piel por la fricción de la tela.
— ¿Quién sos...? —susurró, mareado, intentando recordar.
Pero no podía.
Nada le venía a la mente...
Sólo...
Sólo...
— ¿Qué quién soy? —el joven se detuvo de repente, clavándole la mirada con severidad— ¿De verdad no me recordás?
Allen negó con la cabeza, pálido.  Así que sí se conocían...
Pero él recordaría a alguien como Kanda.
Él recordaría...
Él había dicho que recordaría...
Por siempre...
—Mi... cabeza... —se quejó en un susurro, mareado.
—Ya llegamos —dijo el otro, apoyándolo contra la pared y revisándole los bolsillos del pantalón para sacarle las llaves, abriendo entonces la puerta sin mayores problemas.
—Vos y yo...
—Vamos —lo arrastró dentro del departamento, cerrando la puerta de un golpe, para después tomarlo por los hombros y devorarle los labios en un beso.
El menor gimió, la voz ahogada dentro de la humedad de sus bocas, embriagándose con la agradable temperatura de la lengua del mayor frotándose contra la suya.
Avanzaron hacia el living, chocándose con las cosas que se metieron en su improvisado camino, y cayeron sobre el sillón, sin dejar de besarse.
Kanda se arrodilló entre las piernas del albino, sacándole la ropa, casi arrancándosela a tirones, dejándolo desnudo y completamente expuesto, indefenso.
Sonrió de lado, recorriendo con la yema de sus dedos su torso, desde su clavícula hasta el inicio de sus caderas, siguiendo el trayecto con la mirada, relamiéndose los labios.
—No cambiaste nada.
Allen jadeó, expectante, relamiéndose los labios, con los ojos cerrados.
— ¿No vas a... tocarme? —susurró, sin poder ocultar el ruego en su voz.
— ¿Tanto te desesperás porque lo haga?
—Kan..Kanda...
—En la calle no parecías tan entregado —se mofó el aludido, riéndose de él en su cara—. Pero así... así es mucho mejor...
—Ca..callate de una vez... BaKanda...
— ¿Cómo me dijiste?
— ¿Estás sordo ahora? —se quejó Allen, revolviéndose de la impaciencia, abriendo casi inconscientemente sus piernas, exponiéndose ante la mirada lujuriosa del pelilargo, quién sólo gruñó en respuesta.
Sonrió de lado, desabrochándose los pantalones y bajándoselos rápidamente junto con la ropa interior, para después tomarlo por las caderas, jadeante.
No pensaba prepararlo.
Ni Allen quería ser preparado.
Se relamió los labios mientras una idea cruzaba por su mente.
El albino lo miró, confundido, temblando apenas al notar su semblante.
— ¿Qué... qué pasa...? —susurró en un hilo de voz, colorado.
Pero Kanda no le respondió.
Se acomodó mejor entre sus piernas, sin dejar de sonreír, para después impulsarse casi violentamente dentro suyo.
Gimió por lo bajo, sintiendo un delicioso temblor recorrer toda su columna, cuando su miembro fue apresado por la estrechez del interior del menor.
Se sentía... genial.
Allen gritó de dolor, tirando su cabeza hacia atrás, temblando, queriendo desesperadamente alejarlo, cerrar sus piernas y aovillarse en un extremo del sillón.
Dolía.
Dolía más de lo que creía que podía doler.
Sollozó, intentando, en vano, empujarlo.
— ¡KAN-KANDA! —gritó; la voz transformada en un quejido agudo.
El aludido sonrió en una mueca mezquina, malvada, que casi transfiguraba sus perfectas facciones.
Sonrió, divertido, divertido por sus lágrimas, por su grito, por su dolor.
Una pequeña venganza.
"Por olvidarme".
Lo embistió con todas sus fuerzas, sin importarle en lo más mínimo la carencia de respuesta del cuerpo del peliblanco.
Clavó su erección dura, palpitante, dentro suyo, forzando su esfínter, haciéndolo sangrar, desgarrándolo lentamente, tapando con sus gemidos los cada vez más ahogados quejidos y llantos de Allen, riendo al notar que se le iba la voz del puro dolor que le estaba dando.
Era lo mejor que había hecho jamás.
Lo tomó por las caderas, impulsándolo contra su cuerpo mientras él lo seguía embistiendo, rompiéndolo lentamente.
Allen lloraba.
Rasguñaba su pecho, su espalda.
Lloraba.
— ¡¡Basta!! ¡Due-duele!
Kanda gemía.
Besó con lujuria sus labios, mordiéndolos.
Los mordió hasta hacerlos reventar.
Los mordió, chupó y lamió incontables veces mientras seguía cojiéndolo con todas sus fuerzas.
El sudor bañando el cuerpo de los dos.
Allen retorciéndose de dolor debajo suyo.
Kanda respirando superficialmente sobre él.
Ambos fundiéndose en una locura no compartida.
En una pequeña muerte y un pequeño asesinato.
El pelilargo besó las lágrimas del albino.
Acarició suavemente su pecho, retorció sus tetillas.
Descendió el roce de sus manos hasta su vientre, hasta su miembro, dándole atención, dándole placer.
Le sonrió con un deje de dulzura.
Volvió a besar sus labios, invadiendo su boca, mezclando sus salivas.
Una y otra vez.
Sólo quería fundirse en él.
—Mo..yashi...
Allen lo miró, la visión borrosa y distorsionada por el llanto.
—Vos... nos vimos...vos sos...
—Allen...
—Yuu...



Fin DDDD:

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Bueeeeeenoooo... eso es todo DD:
ES UNA PORQUERÍA (perdón si hay errores)
LO SÉ
NO LO REPITAS
LO SIENTO
LUCHY
TE QUIERO
;A;


Bleh, si tienen algo para decir, comentar, criticar, recomendar, whatever, dejen comentario que respondo cada que me acuerdo y tengo todo siempre en cuenta xDDD


¿Tienen algún pedido? Si es así, acá está la entrada donde especifico los fandoms que manejo:
~pororororo~

See ya!
Bye bye Nyappy!

8 comentarios:

  1. *inserte aplausos*
    Antes que nada AAAAAAAAAAL FIIIIIIIIIIIIIIN XD
    Ahora si continuo :3

    Amé a Allen, se hace el sexy atrevido y después no quieren/quieren que lo toquen, sí, dos estados a la vez tiene ese chico....
    Lo del bolichongo me mató xD Esos encuentros que nunca se saben porqué pasan... Ok, nunca fui a un boliche pero me cuentan xD (?)
    Y cuando lei Daikiri, entendí Daiki y me dije: WTF?!!! jajaja hasta que lo volví a leer
    Ay Ay Ay! ME ENCANTO!!! aunque vos digas lo contrario <3

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    Respuestas
    1. es una CAGADA monumental este fic xD
      Allen es el típico uke que le gusta provocar pero no le toques ni un pelo xDDDDD (histéricos, histéricos everywhere).
      Y bueno... eso de leer cualquier sorete... son cosas que pasan... vos pusiste "daikiri" y también leí Daiki antes de que aclararas lo que habías leído XD

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    2. Estamos muuuuuuuuuuuuuuy mal de la cabeza y no me pareció feo... de hecho quedé pensando cómo se conocieron... pero bue... el alcohol siempre termina uniendo gente xD

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    3. yo sé cómo se conocieron (?) te digo? es fácil: en el mismo boliche XD

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    4. AAAAAAAAAAAhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhmmmm malísima respuesta, al menos decime que estaban en pedo... cómo no lo va a reconocer sino! XD

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    5. es que estaba en pedo Allen la vuelta que se vieron por primera vez :D

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  2. Muchas excusas me prevenian de dejar mi bello comentario, pero ya estoy aca xD
    Sencillamente increible. La forma que describiste a Allen me dejo echando baba, me lo imagine todo sensual, y ya sabes. Todo me dejo echando baba, y mas la parte del final. Oh! El final, dulce final, me gusto. Ya eso~

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